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Diálisis: otro reto de la enfermedad renal crónica

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La diálisis es la opción para tratar una enfermedad renal crónica. Conozca cómo funciona y qué puede esperar si está en este tratamiento

Cuando los riñones definitivamente ya no están en condición de atender las necesidades del cuerpo, se presenta una enfermedad renal crónica terminal, esto significa que hay una acumulación de toxinas y desequilibrios en el cuerpo que hacen mucho daño. Según los profesionales de la salud, esta condición es irreversible y requiere tratamiento médico continuo para mantener al paciente con vida.

Para tratarlos, generalmente se cuenta con opciones como trasplante de riñón o diálisis, esta última es la más común, ya que conseguir donantes de este órgano no es fácil y la enfermedad requiere atención inmediata. También suele ser conveniente esta alternativa, teniendo en cuenta que realiza parte del trabajo de los riñones cuando estos dejan de funcionar bien.


¿Necesitas atención?

 

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Es importante conocer que existen diversos tipos de diálisis. Estos son:

  • Hemodiálisis: Durante este proceso, la sangre del paciente se extrae a través de un acceso vascular, se lleva a un dializador (riñón artificial) donde se filtra y se devuelve al cuerpo. Con la hemodiálisis se elimina la sal extra, el agua y los productos de desecho para que no se acumulen en el cuerpo.
  • Diálisis peritoneal: Con esta opción, se utiliza el vientre del paciente para filtrar la sangre dentro del organismo. Para iniciar el tratamiento, un cirujano le coloca al paciente un catéter en el abdomen. La solución de diálisis (agua con sal y otros aditivos) fluye desde una bolsa a través del catéter. Una vez este líquido está dentro del paciente, se desconecta de la bolsa y se tapa. Mientras tanto, la solución de diálisis absorbe las toxinas y el exceso de líquido. Horas después se drena esta solución y se puede desechar en el baño o una tina.

La frecuencia y duración de las sesiones de diálisis dependen del tipo de diálisis y las necesidades individuales del paciente. En la hemodiálisis, por ejemplo, las sesiones generalmente duran varias horas y se realizan varias veces a la semana. En la diálisis peritoneal, el intercambio de líquido se realiza varias veces al día o durante la noche.

Estos tratamientos pueden traer algunos efectos secundarios como, por ejemplo, tensión arterial baja, mareos, dolores de pecho, calambres en las piernas, náuseas y dolores de cabeza. Además, infecciones del acceso vascular o peritoneal, problemas en el sitio del catéter y desequilibrios electrolíticos.

La diálisis puede requerir cambios en el estilo de vida y una adaptación a las restricciones dietéticas y de líquidos. Además, el apoyo emocional y social es fundamental para ayudar al paciente.

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