Gracias a los avances tecnológicos, estas enfermedades se pueden diagnosticar en el corazón del bebé de manera temprana, con el objetivo de mejorar su supervivencia y disminuir su morbilidad. Actualmente, es posible sospechar su presencia en las ecografías realizadas durante el control prenatal, y realizar un diagnóstico entre las semanas 18 y 22 a través de estudios más especializados como la ecocardiografía fetal.
Por lo anterior, y para prevenir este tipo de problemas, una mujer en embarazo debe tener un buen cuidado prenatal: es recomendable que además de recurrir a ecografías de rutina para ver el crecimiento del bebé, acceda a ecografías especializadas que logren detectar las anomalías cardíacas en el feto. Puede requerir también pruebas genéticas para saber si tiene antecedentes familiares de cardiopatía congénita.
Asimismo, durante la etapa de gestación es aconsejable que tome sus medicamentos siguiendo indicaciones médicas, descanse lo suficiente, reciba las vacunas recomendadas, y evite actividades físicas extenuantes. Debe controlar su peso –aumentar la cantidad adecuada contribuye al crecimiento y desarrollo óptimo del bebé–, regular la ansiedad que conlleva la evolución del embarazo y el parto; así como eliminar el cigarrillo, el alcohol, la cafeína y el consumo de sustancias psicoactivas.
Cabe resaltar que, aunque las cardiopatías congénitas pueden ocasionarse por factores genéticos; a menudo no se vinculan a una razón específica. Sin embargo, las causas conocidas incluyen defectos de un solo gen, trastornos cromosómicos, herencia multifactorial, agentes ambientales y deficiencias de micronutrientes; también el uso de ciertos fármacos durante la gestación, enfermedades como el virus del zika, la sífilis y la rubéola, y el consumo de alcohol y tabaco, estarían relacionados con estos problemas.