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¿Qué es el ECMO y por qué es útil en pacientes con COVID-19?

Probablemente cuando escuchamos por primera vez “Sistema de Oxigenación por Membrana Extracorpórea” no nos hacemos una idea de qué puede ser. Este sistema, también conocido como ECMO por sus siglas en inglés, funciona como un pulmón artificial que cumple con la tarea de oxigenación por fuera del cuerpo (extracorpóreo).

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¿Cómo lo logra? La máquina se conecta al paciente a través de dos ‘tuberías’ de goma (cánulas). La primera de ellas extrae la sangre desde una vena para oxigenarla y limpiar el dióxido de carbono con la ayuda de una membrana especial, y la otra la devuelve al sistema circulatorio tras el proceso. Cuando esta segunda cánula se conecta a una vena, se brinda asistencia respiratoria, pero si se conecta a una arteria puede proporcionar un soporte cardiorespiratorio.

Aunque esta técnica no es una cura frente al COVID-19, es una opción que ayuda a ganar tiempo para que los pacientes graves que no han respondido favorablemente a los tratamientos convencionales recuperen su mejor condición. ¿Entonces cuál es la ayuda que se brinda con el ECMO?

Antes que nada, es importante entender que lo que el COVID-19 produce en los pulmones de los pacientes más críticos es una inflamación que impide realizar de forma óptima el proceso de oxigenación.

El trabajo de los pulmones es que la sangre reciba oxígeno y lo cargue hacia todos los tejidos. Cuando esto no ocurre, es fácil que otros órganos, además del ya dañado pulmón, se vean afectados porque se empieza a sufrir de un déficit de energía.

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La inflamación, conocida médicamente como neumonía, obliga a ejercer más fuerza para respirar, causando agotamiento y cansancio. Al llegar a grados severos de fatiga se genera una falla respiratoria, a la que debe hacerse seguimiento en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

El tratamiento convencional en estos casos es la ventilación mecánica: un tubo que lleva y saca aire desde y hacia los pulmones. De esta forma, el paciente no tiene que seguir haciendo fuerza para respirar, pues el proceso es impulsado por un respirador artificial.

Sin embargo, hay varias consideraciones para tener en cuenta: aunque la fuerza no provenga del paciente, el pulmón inflamado sigue recibiendo presión para funcionar (esta vez desde una máquina). Entre mayor sea la fuerza ejercida, mayor es el daño sobre el pulmón.

Para que el cuerpo requiera menos oxígeno y sea factible ejercer menos presión, los pacientes reciben anestésicos para dormir y relajar los músculos. Además, son ubicados bocabajo con el objetivo de permitir un mejor funcionamiento. 

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Cuando a pesar de todos los esfuerzos el tratamiento no obtiene resultados, es posible acudir a la tecnología ECMO, que disminuye hasta en un 70 % la fuerza que se le hace al pulmón. Los pacientes que requieren ECMO por COVID-19 necesitan en promedio entre tres o cuatro semanas para que el pulmón desinflame.

Además del personal especialista en ECMO, los pacientes requieren la atención de un completo equipo de rehabilitación (terapeuta ocupacional, fonoaudiólogo, fisioterapeuta, terapeuta respiratorio) para evitar el desacondicionamiento físico y lograr la deambulación temprana.

Aunque con esta técnica se brinda una esperanza de vida a pacientes y familiares, se debe tener en cuenta que es un proceso complejo y que actualmente la demanda supera a la oferta en el mundo.

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