Ante la sospecha de que su hijo tenga leucemia, el profesional médico le formulará algunas preguntas acerca de los síntomas, lo examinará y podrá recomendarle análisis de sangre y otras pruebas. Un conteo sanguíneo completo proporciona la cantidad de glóbulos rojos, diferentes tipos de glóbulos blancos y plaquetas.
Si los resultados son anormales, el doctor podrá recomendarle consulta con un especialista en cáncer pediátrico –un hemato-oncólogo pediátrico–, quien a su vez sugerirá la realización de pruebas, entre las que se encuentran: la aspiración o biopsia de médula ósea (se puede tomar una pequeña cantidad de líquido de la médula ósea, o bien, tejido sólido de la misma. La médula ósea generalmente se toma del hueso de la cadera: esta prueba se hace para ver si allí residen células cancerosas); análisis de laboratorio de muestras de sangre y médula ósea (pruebas como citometría de flujo e inmunohistoquímica, para determinar el tipo exacto de leucemia); radiografía o ultrasonido, para captar imágenes de los huesos y otros tejidos del cuerpo; biopsia de ganglio linfático, en la que se toma una muestra de tejido de los ganglios a fin de revisarla con un microscopio y detectar células cancerosas; y punción lumbar, en la que se coloca una aguja especial en la parte inferior de la espalda para revisar el cerebro y la médula espinal en busca de las células malignas.
La célula madre pluripotencial es la primera etapa de desarrollo de todas las células sanguíneas (glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas). Esta célula madre pasa por etapas de desarrollo hasta que madura y se convierte en una célula funcional; de esta manera, el tipo de leucemia está determinado por la etapa de desarrollo en la que se encuentra la célula maligna o cancerosa y el tipo celular afectado.
En los niños existen principalmente dos tipos de leucemia: la leucemia linfoide y la leucemia mieloide. Esta primera clasificación se basa en el tipo de células a partir del cual se origina el cáncer. Las leucemias mieloides se originan en células mieloides, es decir, células que se van a convertir en glóbulos blancos (de todo tipo menos los linfocitos), plaquetas o glóbulos rojos. Las leucemias linfoides comienzan en células que van a dar origen a los linfocitos (células linfoides).
Dependiendo del grado de madurez que alcancen las células cancerosas, las leucemias se pueden clasificar también en agudas o crónicas. Así, las leucemias se consideran agudas cuando la mayoría de las células anormales son inmaduras (más parecidas a las células madre). Por otro lado, si la mayoría de las células cancerosas son maduras (más parecidas por ejemplo a glóbulos blancos normales) se tratará de una leucemia crónica. En los niños, el 95 % de las leucemias son agudas, de las cuales el 75% son de tipo linfoide.
Una vez se diagnostica la leucemia, y se realizan las pruebas para determinar su tipo y subtipo, el equipo de atención de cáncer deberá explicarle acerca de las opciones de manejo. Si bien la quimioterapia es el principal tratamiento, las dosis y los medicamentos utilizados pueden diferir según la edad del niño y el tipo de leucemia. Otras alternativas incluyen: radioterapia –rayos X de alta energía que destruyen las células cancerosas–; terapia dirigida, en donde se suministran medicamentos específicos que encuentran y atacan las células cancerosas sin dañar las células normales; o trasplantes de células madre, que es cuando se ponen células madre sanas en el cuerpo. Cabe resaltar que el manejo de las formas agudas de leucemia infantil suele ser muy intensivo, por lo que es importante que se lleve a cabo en un centro que se especialice en el tratamiento de los cánceres infantiles.
Hay que mencionar que algunos niños están gravemente enfermos cuando se les diagnostica leucemia por primera vez: es posible que tengan escasez de glóbulos blancos normales, lo que podría provocar infecciones muy graves. (le puede interesar: ¿Cómo saber si mi hijo tiene leucemia?). También pueden presentar bajos niveles de plaquetas en la sangre, que conllevaría a un sangrado intenso; o bien, si no tienen suficientes glóbulos rojos, puede reducirse la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos del cuerpo y ejercer una gran presión sobre el corazón. Si tienen demasiados glóbulos blancos (leucémicos) en la sangre, se puede ralentizar la circulación, lo que a su vez ocasiona problemas graves en el cerebro, el corazón o los pulmones; también puede generar sangrado o coagulación de la sangre dentro del cuerpo. Si esto sucede, deberá tratarse de inmediato.
Estos problemas a menudo deben abordarse antes de que comience el tratamiento de la leucemia. Es posible que se necesiten antibióticos, factores de crecimiento sanguíneo y transfusiones de plaquetas y glóbulos rojos, o procedimientos para reducir el recuento de glóbulos blancos para tratar estas afecciones.
Vale la pena anotar que hoy en día, la mayoría de pacientes con cáncer infantil pueden tener vidas plenas y productivas. Muchos sobrevivientes regresan a la escuela, asisten a la universidad, se integran a la fuerza laboral, se casan y se convierten en padres. Aún así, estar atento a la atención de seguimiento, ser consciente de los efectos tardíos y a largo plazo del tratamiento, ayudar a su hijo a lidiar con sus emociones, son todas las cosas que se deben controlar. Compartir la información sobre la enfermedad y el tratamiento con su hijo, ayudará a generar confianza en él frente a los miembros del equipo de tratamiento, para que se sienta cómodo hablando de sus miedos, preocupaciones e inquietudes.
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