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De pie y con poder: lo que no te han contado sobre el parto vertical

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El parto vertical es una forma natural y poderosa de dar a luz. Te contamos qué dicen las evidencias científicas, la OMS y la ginecóloga Catalina Acuña sobre sus beneficios: menos dolor, menos intervenciones y más control para la mujer en uno de los momentos más importantes de su vida.

Cuando imaginamos un parto, muchas veces lo visualizamos como nos lo han mostrado en películas: una mujer acostada en una camilla, con luces intensas, rodeada de profesionales de salud. Pero esa no es la única forma de dar a luz. Cada vez más mujeres están optando por una alternativa que les da mayor protagonismo, movilidad y control sobre su experiencia: el parto vertical.

El parto vertical no es una moda ni una tendencia nueva. Es una forma ancestral de nacer que ha sido practicada por siglos en diferentes culturas del mundo. Su base es simple: permitir que la mujer adopte posturas en las que esté sentada, en cuclillas, arrodillada o de pie durante el trabajo de parto y el momento del nacimiento. Lo que para algunas puede parecer un cambio sutil, en realidad representa una transformación profunda en la forma de vivir el parto.

La Dra. Catalina Acuña ginecóloga lo explica con claridad: “Está comprobado que cambiar de posturas o mantener posiciones verticales puede disminuir el dolor, reducir la duración y hacerte sentir en control de tu parto.” Y es que permitir a la mujer moverse libremente, usar la gravedad a su favor y escuchar su cuerpo no solo tiene beneficios físicos, sino también emocionales. Sentirse activa, sostenida y capaz puede marcar la diferencia entre un parto vivido con miedo y uno vivido con fuerza y confianza.

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Los beneficios del parto vertical han sido ampliamente documentados por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en sus recomendaciones para una experiencia de parto positiva (2018) destaca que las mujeres deben tener la libertad de elegir la posición que les resulte más cómoda durante el trabajo de parto. De hecho, la OMS afirma que las posiciones verticales están asociadas con una menor duración del trabajo de parto, menos necesidad de intervenciones médicas y mayor satisfacción de la mujer.

Además de esto, estudios clínicos han encontrado que las posturas verticales pueden mejorar la oxigenación del bebé, facilitar el descenso por el canal de parto y disminuir la percepción de dolor. Todo esto gracias a una combinación de factores: la acción de la gravedad, la alineación del cuerpo y el mayor flujo sanguíneo hacia el útero y la placenta.

Pero más allá de los beneficios fisiológicos, el parto vertical devuelve a la mujer el protagonismo en su propio proceso. La coloca en una posición activa, en la que puede moverse, respirar, apoyarse en su pareja o equipo médico y conectar con su instinto. Es una forma de dar a luz con menos intervención, más autonomía y, muchas veces, mayor conexión con su bebé.

Eso sí, es fundamental que esta opción esté acompañada de un equipo de salud que respete las decisiones de la mujer, garantice su seguridad y sepa adaptar el espacio para facilitar estas posturas. El parto vertical puede realizarse en casa, en clínicas o en hospitales, siempre que existan las condiciones necesarias y no haya contraindicaciones médicas específicas.

Cada parto es único, y cada mujer merece vivirlo de la manera que mejor se alinee con sus deseos, necesidades y confianza. El parto vertical no es para todas, pero debería ser una opción informada y disponible para quienes deseen vivir el nacimiento de su hijo de una forma más libre, consciente y empoderada.

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