Mitos y realidades sobre las vacunas contra la COVID-19
Con el inicio de la vacunación contra la COVID-19, Colombia podrá contribuir a cambiar el rumbo de la pandemia. Al no existir un tratamiento específico y eficaz contra esta enfermedad, la vacuna se convierte en la herramienta más valiosa para controlarla.
El rápido desarrollo de las vacunas ha generado temor y desconfianza en algunas personas. A continuación, revisaremos los principales mitos y creencias que circulan actualmente y que podrían hacer que algunas personas tengan dudas sobre la vacunación:
Mito número 1: las vacunas no son seguras ni eficaces porque se desarrollaron muy rápido.
Realidad: Gracias a una colaboración científica y gubernamental sin precedentes, la obtención en tiempo récord de vacunas eficaces contra la COVID-19 fue posible. La investigación que se había hecho sobre virus similares desde muchos años atrás, los avances tecnológicos en la producción de vacunas y las grandes inversiones permitieron a las compañías farmacéuticas avanzar más rápido y optimizar el tiempo al ejecutar algunas etapas de los ensayos clínicos en paralelo, ritmo que los entes reguladores se vieron obligados a seguir debido a la gravedad de la pandemia.
Mito número 2: si recibo la vacuna, me enfermaré de COVID-19.
Realidad: Las vacunas protegen al organismo de enfermedades futuras y potencialmente peligrosas enseñándole al sistema inmune a identificar y luchar contra los invasores. Lo mismo ocurre con las vacunas que se desarrollaron contra la COVID-19. Si bien es cierto que las vacunas pueden causar efectos secundarios, éstos en su mayoría son leves y reflejan la respuesta del cuerpo a la vacuna. Aun si la mayor parte de las personas que se contagian desarrollan una enfermedad leve, protegerse de la COVID-19 por medio de la vacunación es importante, teniendo en cuenta que en algunos casos la afección puede ser severa, dejar secuelas a largo plazo e incluso provocar la muerte. En estos momentos no se sabe con certeza quién va a desarrollar una enfermedad severa. Se ha observado que algunas personas pueden enfermarse gravemente a pesar de no tener ninguno de los factores de riesgo que hasta ahora se han identificado.
Mito número 3: si ya tuve COVID-19, no necesito vacunarme.
Realidad: Debido al alto riesgo que representa la COVID-19 para la salud y que la protección obtenida después de la infección parece no perdurar, se recomienda que las personas que han tenido la enfermedad se vacunen. Sin embargo, se debe esperar 90 días a partir del diagnóstico de la enfermedad para recibir la vacuna. No se recomienda que las personas en cuarentena o con sospecha de tener la enfermedad reciban la vacuna.
Mito número 4: una vez reciba la vacuna, podré dejar de usar tapabocas.
Realidad: las personas que se vacunen deberán continuar aplicando las medidas de protección, como el tapabocas y el distanciamiento social, hasta que haya una nueva recomendación al respecto. Es importante comprender que la protección que se obtiene con la vacuna no es inmediata, sino que conlleva tiempo. Además, la vacuna no impide que el virus entre en el cuerpo, solo evita que una enfermedad moderada o severa se produzca. Todavía se desconoce si las personas vacunadas pueden ser portadoras y transmisoras del virus.
Mito número 5: las vacunas nuevas van a cambiar o modificar mi ADN.
Realidad: la nueva tecnología que se implementó en el desarrollo de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna, es decir, aquellas que utilizan ARNm (ácido ribonucleico mensajero) no afectan la carga genética (ADN) de la persona que la recibe. El ARNm produce una proteína protectora que le enseña al cuerpo a defenderse de la infección. El ARNm no entra en ningún momento en contacto con el material genético de las células de la persona y es eliminado tan pronto cumple su función.
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