La revascularización miocárdica quirúrgica, también conocida como bypass coronario, es una alternativa que se emplea cuando los vasos sanguíneos que suministran sangre al corazón se obstruyen por depósitos de ateroma (colesterol y otras grasas) y calcio, no permitiendo que llegue la sangre suficiente al músculo cardíaco. Por esto, creamos un puente que hace posible ‘saltar’ la obstrucción, implantando después de la zona afectada por la obstrucción, un conducto o injerto arterial del tórax, del brazo, o venoso de las piernas, para derivar así el flujo desde la aorta (o sus ramas) a la coronaria y llevar sangre a los territorios donde no llegaba de forma adecuada.
Los pacientes que requieren esta intervención son los que tienen enfermedad coronaria severa o en ocasiones intermedia, y están en riesgo de sufrir un infarto, falla cardíaca, arritmias y otras complicaciones inherentes a la cardiopatía isquémica. Son pacientes que en general tienen múltiples factores de riesgo cardiovasculares, como diabetes, obesidad, hipertensión arterial, estilos de vida sedentarios, y genética de enfermedad coronaria muy marcada.
Actualmente, en el Instituto Cardiovascular, la enfermedad coronaria es una de las primeras cinco causas de atención y como consecuencia de esto, durante el último año, hasta un 62% del total de cirugías cardíacas realizadas a la población adulta incluyeron la revascularización de uno o más vasos coronarios.